La infancia está llena de fanatismos. Todos fuimos fans de alguna caricatura, película, personaje, lugar. La gran mayoría de estas pasiones se van perdiendo, quedándose como un agradable recuerdo del pasado y nada más. Yo fui seguidor de muchísimas cosas y todos los que me conocen saben que sigo siendo fan de los dibujos animados de todas las épocas. Pero hay un tipo de pasión que generalmente no desaparece: la pasión por la camiseta de una institución deportiva.
Nunca voy a olvidar el momento en que tuve mi primer contacto visual con el hockey profesional. Surfeando por los pocos canales de cable que había antes (si al leer esto alguien piensa "¡en mi infancia ni siquiera había cable!", considérese un old timer), me topé en ESPN con un encuentro entre los Red Wings de Detroit y el Blues de San Luis. No recuerdo si era un partido relevante o un mero trámite de media temporada, pero para mí fue una redefinición de lo que es ver un deporte por televisión. Obviamente ya conocía el hockey y sus premisas básicas, pero era la primera vez que lo veía en acción. Me costaba trabajo creer que fuera incluso más rápido que el basketball, pero sin la constante generación de puntos que caracteriza a ese deporte. Aquí las anotaciones resultaban tan preciadas como en el fútbol, pero con una velocidad que demandaba una atención mayor por parte de mis ojos, para no perder de vista el escurridizo puck.
En ese momento, decidí que mi equipo serían los Red Wings, porque me pareció que jugaban magistralmente (después descubrí que no jugaban tan distinto de los demás equipos y que San Luis simplemente tuvo un muy mal día aquella vez). Procuré seguir, en medida de lo posible, el desempeño de mi nuevo equipo. Los pocos partidos que ESPN transmitía, especialmente los de playoffs, eran una obligación para mí, y por un tiempo logré cumplirla con decoro. Tuve la fortuna de ver a mi equipo quedar campeón dos temporadas seguidas en los 90, veneré a jugadores como Yzerman y Fedorov y vestí mi jersey con orgullo en repetidas ocasiones, en un país donde es un poco extraño ver a un niño disfrazado de jugador de hockey.
Pero la NHL, como casi cualquier otra liga en el mundo presidida por empresarios, está llena de conflictos políticos. A mí, como adolescente que ignoraba lo ajeno al juego en sí, no me afectaban personalmente esos problemas. Pero en 2004, la bomba estalló y la NHL entró en una huelga que canceló la temporada 04-05 (las anteriores huelgas habían durado unos cuantos días, sin mayores consecuencias para la afición).
He de decir que para ese entonces, yo ya no seguía con tal ímpetu el hockey. Llega un momento en que el tiempo ya no alcanza para ser fan de tantas cosas, pero definitivamente seguía viendo los playoffs y con emoción seguí toda la serie en la que los Red Wings se coronaron nuevamente en 2002, así que se puede decir que el fanatismo seguía latente.
Esa huelga endemoniada provocó que dejara de seguir el hockey por completo. Encima de todo, cuando se resolvió el conflicto en 2005, la televisión de paga mexicana no se molestó en transmitir un solo juego. La huelga alejó el hockey no sólo de mí sino de toda Latinoamérica.
Pero esto cambió hace unos días, cuando el JP Robert me comentó que mis Red Wings estaban disputando la Copa Stanley contra Pittsburgh, en una serie que se estaba poniendo de lo más interesante y reñida. Como siguen sin pasar los juegos por cable, acudí al buen Alan, que es como un gurú de los links para ver eventos deportivos. Él me consiguió varias opciones para poder ver los partidos de la final en internet (al que le parezca complicado seguir el puck en la tele, lo invito a intentarlo en calidad Youtube).
Así fue que ayer, en un encuentro con final cardiaco, vi a los Red Wings levantar la Copa Stanley por cuarta vez en mi vida (décima primera en la historia del equipo), reviviendo una pasión que yo consideraba perdida para siempre. Ahora ya quiero que empiece la próxima temporada, aunque la tenga que ver con mala calidad.
Go Red Wings!!!
7 comentarios:
"¡en mi infancia ni siquiera había cable!"
Siempre lo he dicho... Por algo somos cuates, creo que eres el único con quien comparto esta extraña pasión en un país por más desértico.
Pinches Wed Wings... Son el América del hielo... Pero nadie les quita lo buenos que son! Felicidades y un pésame a tu hermano por sus Pingüinos... Yo te apoyaba Juan!!
En cuanto a mis Canucks, algún día, tal vez acercándose el fin de los tiempos, levanten la Copa Stanley.
Si la fanaticada vuelve a crecer dentor de tí, SKY transmite 3 partidos a la semana por el Canal 502!!! Realmente el sufrimiento vino en 1 año de huelga, y el año posterior donde ni existía este canal dedicado al Hockey!
el unico equipo de hockey que conoci en mi infancia fue el de los poderosisimos patos, los Mighty Ducks que me hicieron sentir lo mismo que tu cuentas, cada vez que veía la peli...
Y debo admitir que cuando estuve en minnesota por supuesto fui (aunque sea) al Mickey's (y hasta me cuantiosas fotos) que es el café en el que charly le llora a su entrenador Bombay... y cito: "tu nos hiciste, y ahora tienes que quedarte"
P.D. quack, quack, quack!!!
Oí tantas cosas raras en este post!!! Para mi el hockey es tan etéreo, sé que existe y sin embargo i dont really know where...fue enlightening tu post...or so.
Chale! yo también perdí al hockey y me hubiera gustado recuperarlo para disputar esta stanley cup entre hermanos...
GO PENGUINS!
a mi me deprime el hockey. El hockey en la tele me deprime, en vivo también. Me recuerda a no sé qué que me dan ganas de llorar.
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