El pequeño chancho Martincito tenía una vida muy feliz en la granja. Todos los días dedicaba la mañana a pasear por los diferentes corrales, visitando a todos sus amigos de distintas especies del reino animal. Al final del día siempre corría hacia Mamá Marrana para narrarle sus aventuras, a lo que la amable puerca contestaba con sabias enseñanzas sobre las distintas funciones de cada especie. Un buen día, Martincito se despertó más temprano de lo acostumbrado y decidió comenzar su recorrido al despuntar el alba, lo que le permitió admirar un espectáculo nuevo para él: el viejo granjero estaba ordeñando a las vacas. Tras presenciar tan fascinante evento, el pequeño chancho corrió a despertar a Mamá Marrana, quien gustosamente le contó sobre el origen de la leche y todos sus derivados, desde el yoghurt hasta el queso, alimento predilecto del curioso cerdito.
Esa fue la primera vez que Martincito quedó inconforme con las historias de su madre, pues le parecía injusto y discriminatorio que su amiga la vaca Anastasia fuera capaz de producir queso en el futuro y él no. A partir de ese día, el pequeño chancho dejó de ser un animal amistoso para convertirse en un berraco rebelde, Martin Luther Pig, quien congregó a toda la comunidad porcina de la región para crear un movimiento de protesta que, después de varios años de ardua lucha, resultó en la creación de una de las aberraciones alimentarias más increíbles de la historia.
Bueno, esa feliz historia dejaría muy satisfecho a Esopo y a sus seguramente opio-adictos colegas, pero la vida no es precisamente una fábula de animales parlantes y a mí me visita constantemente una duda: ¿qué demonios es esa cosa tan desagradable que por algún desafortunado accidente lingüístico se hace llamar "queso de puerco"? Es momento de acudir al cuasi-consciente colectivo de internet con la esperanza de esparcir un poco de luz sobre este enigma de embutidos.
No cabe duda de que la curiosidad mató al gato. Según la información que Wikipedia ofrece (tanto en inglés como en español), el queso de puerco es mejor conocido internacionalmente bajo el nauseabundo nombre de queso de cabeza o head cheese y tiene una historia considerablemente más asquerosa que la de Martincito, quien de haber tenido acceso a Wikipedia, se hubiera llevado la escandalosa sopresa de que la cabeza, pezuñas, corazón y lengua de su amiga Anastasia también tenían el potencial de convertirse en la gelatina que conforma este tenebroso alimento. ¿Quién habrá sido el desquiciado histórico al que se le ocurrió maquinar semejante locura? Wikipedia no ofrece ese dedo acusador.
Estoy plenamente consciente de que muchas de las cosas que comemos están compuestas por una mezcla de sobras de carne animal, pero tenemos que admitir que una salchicha tiene un aspecto bastante más apuesto y gallardo que este engendro de origen vario (con el debido respeto a la gente del norte del país que al parecer es muy propensa a incluir este embutido como personaje principal de sus tortas).
Entonces, tenemos que el queso de puerco, lejos de ser el resultado de un acto de valía y lucha social de los cerdos del mundo, no es más que el Frankenstein de las carnes frías y en este momento le tengo más miedo del que le tenía hace una hora.