Hoy fui a la Dirección General de Profesionales a tramitar mi cédula profesional. Qué pesadilla. Estuve más de cinco horas haciendo varias filas que en realidad eran la misma una y otra vez, porque la misma ventanilla tiene como treinta y siete diferentes funciones y todo aquél que pretenda obtener su cédula, ha de pasar por ellas. Es un proceso tonto, especialmente cuando ves que todas las demás ventanillas presentan nula actividad y a aburridos personajes detrás de los cristales, esperando que les toque un poco de acción burocrática mientras ven cómo la señora de la ventanilla de las eternas colas se lleva toda la "diversión".
La verdad es que ni siquiera suena raro. Todos hemos tenido que llevar a cabo trámites gubernamentales alguna vez y estamos concientes de lo ineficientes que son. Simplemente es parte de su naturaleza. En esas ocasiones en que nos vemos en la necesidad de enfrentarnos a este mal tan propio de nuestra nación, desde que nos levantamos ya sabemos que nos espera un día en el que probablemente no podamos hacer nada más que formarnos, tomar turnos y esperar largas horas para cubrir requisitos e instancias que muy probablemente ni siquiera cumplamos del todo bien y tengamos que regresar al día siguiente para perder más tiempo. En mi opinión se podrían evitar muchísimos pasos innecesarios, pero sabemos que por el momento seguirá haciéndose así y ni modo.
Ésa es la cara mala de los tortuosos trámites, pero a decir verdad, todo ese tiempo que pasamos en los edificios de gobierno entregando y recibiendo documentos, tiene un sutil lado positivo, y éste se encuentra en el enorme y ecléctico grupo de personas que constantemente puebla estos lugares. No sé a qué se deba lo interesante de estos individuos; quizá es un instinto natural y ocioso de escudriñar a la gente cuando no hay nada que hacer más que esperar, o tal vez los personajes más pintorescos de la sociedad son los que visitan estos lugares. El punto es que siempre están ahí, varios hombres y mujeres que resaltan por alguna característica; ya sea la señora de las Lomas que no para de decir "Ash, por eso estamos como estamos", o el campesino abrumado ante tanta complejidad en tan pocos metros cuadrados, o el zoquete frustrado porque erró en el tamaño de fotografías requerido (léase "yo hace algunas horas"). Uno de mis personajes favoritos pertenece al tedioso trámite de la visa en la embajada de Estados Unidos: nunca falta la señora gorda vistiendo una enorme camiseta roja, azul y blanca, con la leyenda "I love USA", albergando la esperanza de tocar las fibras sentimentales y patrióticas del arbitrario yanqui a quien le corresponderá decidir si esa señora podrá o no poner pie sobre the land of the free and the home of the brave.
Lo mejor de los trámites gubernamentales son los amigos temporales. No importa qué tan antisocial seas, eventualmente empezarás a crear lazos con el prójimo. Estas situaciones sacan lo más puro de nuestro instinto gregario; nos unimos para juntos hacer menos pesado el ambiente hostil al que nos hemos de enfrentar. Toda persona que llega a realizar un trámite (especialmente en los trámites que sólo se tienen que hacer una vez, como la cartilla militar), se enfrenta a la incertidumbre que presenta un aparato burocrático complejo y desconocido. En el momento que cruzas la puerta del edificio, te conviertes en uno más del grupo. Todos buscan el mismo objetivo y tienen las mismas dudas que tú. Algunos empiezan desde la primera fila a preguntar "¿ésta es la cola para las cédulas?" y obviamente el interlocutor no posee la información necesaria para ofrecer una respuesta satisfactoria, por lo que contesta con un ambiguo, pero empático "yo creo que sí". Ahí comienza una amistad temporal que crecerá y se profundizará, para luego esfumarse en el momento en que ambos terminen su proceso y vuelvan a la realidad en la que nada tienen en común.
En 22 días tendré que regresar a recoger mis documentos y mi cédula profesional. Detesto la idea de tener que volver a visitar esa lejana e inhóspita oficina. Al menos creo que esta vez tomará menos tiempo y si tengo suerte, tal vez vuelva a toparme con alguno de los amigos temporales que compartieron mi via crucis burocrático de esta mañana.